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Es crucial preguntarse por qué la democracia colombiana ha dado líderes tan deficientes últimamente

Actualizado: 24 abr


La política colombiana enfrenta una grave crisis de salud. Los partidos y movimientos políticos se están despedazando y adolecen de estructuras de formación y estudios definidos que permitan asumir liderazgos responsables y acordes a la realidad del país y del mundo actual. La falta de estos liderazgos en los partidos y movimientos políticos de izquierda y de derecha demuestra que no están interesados en nuevos líderes que puedan conducir el país hacia el futuro, sino en conservar viejas estructuras de poder que limitan el desarrollo y la posibilidad que sus ciudadanos prosperen hacia un mundo moderno. El miedo a perder privilegios adquiridos y la falta de incentivos para promover un cambio auténtico fomentan una cultura de estancamiento y resistencia a la transformación, con una visión cortoplacista y el mantenimiento del statu quo, en lugar de una visión a largo plazo que favorezca el bienestar general y el progreso del país. Actualmente existen dos tendencias políticas promovidas por los medios en el país, izquierda y derecha, los partidos tradicionales el conservador y el liberal fueron fusionados, por el apego a la codicia y defensa de intereses personales de unos pocos en la derecha, dejando como herencia una cultura de corrupción, chantage, violencia y miedo. El centro político, en cambio, ha dejado de existir como fuerza independiente y se ha convertido en un aliado pasivo de la derecha en la coyuntura electoral.


La derecha actual no se caracteriza por sus ideas, sino por sus dogmas irrefutables según su interpretación no es moderna, no innova, emplean métodos antidemocráticos para establecer alianzas con grupos de poder, ya sean armados o económicos. Los partidos de ultraderecha miden su potencial electoral en función de las amenazas y miedos generados por las acciones terroristas de los grupos armados ilegales. No presentan propuestas de país; la guerra de información permanente contra el gobierno actual se encuentra en la imposibilidad de dar crédito a una verdad bajo fuentes inventadas para confundir y polarizar más a la sociedad, una sociedad de poca lectura. Y una oligarquía cada vez menos interesados al llamado de unidad nacional.


La corrupción ha socavado la democracia, y la paz ha dejado de ser una prioridad en los medios de comunicación. Los ataques de los grupos armados son celebrados por algunos como una oportunidad para volver a la seguridad democrática, reflejando un sombrío panorama en el que la violencia es vista como un medio para lograr estabilidad. La derecha no está comprometida genuinamente con la paz o la estabilidad en Colombia. Amenazando la desconfianza en la democracia.


El liberalismo se perdió en sus propias convicciones, atrapado por un dinosaurio político impidiendo la evolución y adaptación del partido que representan.  mostrando egoísmo en sus principios y olvidando su compromiso con el pueblo. Su debilidad se hace evidente cuando se une a la derecha para gobernar, validando la violación sistemática de los derechos humanos y el acaparamiento del poder para unos pocos. A pesar de todo, del liberalismo aún quedan vestigios importantes que pueden ser rescatados para revitalizar el proyecto progresista.


Por otro lado, la izquierda permanece desorganizada, un defecto que ha perdurado a lo largo del tiempo. Aunque cuenta con una tradición de organizaciones sociales, sindicales, comunistas y anticapitalistas, comunales, partidos y movimientos políticos, etc., que movilizan a la población, su fragilidad impide la cohesión necesaria. Esta debilidad destruye los procesos hacia la unidad y actualmente depende de la voz del líder natural que ocupa la presidencia de la república. En las regiones, la carencia de líderes unificadores es evidente.


El presidente de la república realiza actividades políticas permanentemente, utilizando sus facultades legales y constitucionales. Además, promueve y convoca al pueblo a participar en manifestaciones públicas, debido a la falta de cuadros políticos con iniciativas y habilidades de estadistas dentro de la izquierda.

 

La izquierda en Colombia atraviesa una crisis de identidad y reputación, percibiéndose frecuentemente de manera emocionalista. En la actualidad, ha demostrado tener un bajo nivel de formación política, con un evidente grado de ignorancia sobre cómo la oposición manipula para hacer más visible la propaganda en contra del gobierno. El presidente de la república se ha convertido en el vocero y abanderado del progresismo, y actualmente no existe otro líder con la capacidad de conducir el proyecto político hacia un verdadero cambio.


La sociedad intelectual y académica, debe elegir el lenguaje adecuado para definir el rumbo del proyecto político y asumir una sola bandera llamada progresismo que una a la sociedad en torno a ella y no el viejo concepto de izquierda que desluce en el mundo moderno y estigmatizan en Colombia.


Es crucial preguntarse por qué la democracia colombiana ha dado líderes tan deficientes últimamente, salvo algunas excepciones. Para lograr esto, es necesario que la sociedad colombiana se enfoque en la educación y la formación de ciudadanos críticos, capaces de analizar su entorno y participar activamente en la construcción de políticas públicas justas y equitativas y así salvar al país de las garras de un sector violento arraigado al poder, debemos pensar en un futuro completamente diferente. Necesitamos estudios prospectivos, seminarios sobre el futuro, estrategias claras y una visión definida, fomentar la inclusión de nuevas voces; entre ellos la juventud, promover la formación de líderes con una perspectiva renovada y establecer mecanismos que aseguren la transparencia y la rendición de cuentas, evitando así que el poder quede en manos de unos pocos y permitiendo el florecimiento de una democracia más sólida y participativa. Solo así se podrá superar la violencia y la polarización, y construir una nación donde todos sus ciudadanos tengan la oportunidad de prosperar y vivir en paz.


Sin embargo, en la actualidad no se percibe esta perspectiva, incluso entre los intelectuales culturales de Colombia, quienes parecen desinteresados y no comprometidos políticamente con el futuro del país.


Es lamentable, pero, Colombia está muerta intelectual y filosóficamente sobre su futuro.


El futuro de la democracia está en manos de sus ciudadanos y depende del compromiso que tengan para verla prosperar. Es esencial alejarse de la guerra y la violencia, que solo han beneficiado a una clase privilegiada de la sociedad. Esta clase ha impedido mejorar las condiciones de dignidad del pueblo y no muestra disposición para hacerlo.


La estupidización de la política no está permitiendo que se realice una lectura adecuada de la realidad; por el contrario, está llevando emocionalmente a promover la polarización destruyendo sus propios fundamentos. La mayor amenaza para la salud política de Colombia no es el uribismo ni el petrismo, si no el declive de la solidaridad y la ruptura de la confianza entre quienes dirigen y son dirigidos.


La forma más eficaz de contrarrestar la oposición de extrema derecha es mediante una sólida coalición de la clase trabajadora que represente una amplia gama del espectro político con una estructura sólida y unida de sus bases populares y liderazgos que representen con altura el ideario progresista.

 

Por: Edvards Mercado

CONSULTA POPULAR
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